Desde el mismo instante en que somos concebidos a través del milagro del amor, comenzamos a recorrer un camino de vida, el cual podría desviarse de su rumbo fijado por cualquier acontecimiento que casualmente nos suceda. El trayecto comienza en una primera etapa a través de las personas de las cuales dependemos, siempre se ha recurrido al popular dicho que dice "Todo es producto de aquello que el destino nos tenga reservado", es entonces cuando sorpresivamente comenzamos a girar en torno a una serie de situaciones que quizás no estaban designadas para nosotros pero que por diferentes circunstancias, bien sea por estar en el sitio equivocado y en el momento preciso, nos vimos sumergidos en una vorágine de acontecimientos que nos arrastra hacia algún acontecimiento, la mayoría de las veces fortuito.
En ese imparable andar arribamos a un segundo tiempo, ese en que nuestras inquietudes comienzan a florecer en nosotros y en las que navegamos sin temor alguno porque el miedo no nos acosa ni atormenta, estamos por encima de él y nos sentimos los dueños absolutos de la existencia. Nuestra conciencia no nos permite vislumbrar los riesgos que entrañan muchas de las decisiones que tomamos y en la gran mayoría de las veces, sucumbimos ante una situación riesgosa.
En el común denominador de los casos, en la tercera oportunidad que la vida nos brinda con el único objetivo de mostrarnos como evadir las veredas para recorrer los caminos, solemos estar más centrados personal y emocionalmente, por lo general ya hemos alcanzado alguna madurez intelectual que nos permite visualizar los peligros evitándonos así caer en equívocos que a la larga solo nos dejaría un ratón moral y una mala experiencia. Siempre existen sus excepciones, pues es común toparnos con personas que simplemente pasan por la vida sin absorber ninguna enseñanza, sino que por el contrario convierten sus fracasos en una constante de vida.
La verticalidad en nuestro tránsito es importante, no podemos permitir que ella caiga nunca, son objetivos supremos que se convertirán en nuestro norte para signarnos una vía amplia y libre de obstáculos, que nos permitirá evolucionar dentro de la cadena de la vida. Según sea nuestro andar, así será la proyección que transmitiremos el cual será un legado seguro a nuestras descendencias.
La Amante del Tiempo.
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